Un amigo de la uni, cuando suspendía un examen decía: bah, que se jodan.
Lo decía con cara seria y muy digno:
“He sacado un 3. Bah, que se jodan.”
Siempre me hizo muchísima gracia.
“Me han cortado un brazo. Bah, que se jodan, ahora tienen que limpiar.”
Ahora llega ese punto del email en el que no sé a dónde pensaba llegar con mi historieta de mielda.
¿Y ahora qué digo? No sé cómo continuar el correo. Bah, que se jodan. Jajjaja.
Así suele ser cada día: abro una página en blanco y me pongo a escribir lo que sea.
Sin pautas, solo con práctica.
Por supuesto, siempre hay incertidumbre cuando escribo, pero la vida es así.
Confío en que si escribo sin ataduras y dejo que fluya la cosa, al final saldrá un correo.
Habrá correos decentes, habrá correos malos, pero escribo todos los días.
Eso es lo importante.
Con esto de la pedagogía en neurobiología de los síntomas, es exactamente lo mismo.
No consiste en zamparte un curso entero en un día y esperar al milagro.
Consiste en ir aprendiendo cositas e ir aplicándolas al día a día.
La cosa se irá asentando sin que te des cuenta, cogerás práctica.
Conseguirás pequeñas grandes victorias. De estas se habla mucho en nuestra comunidad de pacientes.
De hecho, hay una sección solo para eso, “Pequeñas grandes victorias”.
Todas las pequeñas ayudas ayudan, y todas las pequeñas mierdas desayudan.
Pequeñas mierdas: una noticia que dice “hoy hace viento sur, cuidado con la migraña”. Un story en Instagram de “5 trucos para aliviar el dolor de espalda”. Una colega que te dice “igual te ayuda sentarte más recto o una bolsita de calor en la zona”.
Pequeñas ayudas: los consejitos que contamos de lunes a viernes en los correos.